Tránsitos
“Según Derrida no podemos ser Totales,
según Baudrillard no podemos ser Reales,
Según Virilio no podemos estar allí”
Rem Koolhaas, General City
Los espacios transitables llevan al límite la condición de no permanencia. Postales de aeropuerto, sin recuerdos, sin historia, sin plaza, dan pie al desplazamiento que tiende a la equivalencia de todas las cosas, un dar igual. El sujeto, como un espectador, se evade en un exterior indiferenciado, no importa la ciudad, el mes, ni tu nombre. Aviones, automóviles, trenes de alta velocidad y satélites, a diario suministran prisa al planeta. El viaje es, entonces, el analgésico de un mundo que no se toca, que pasa sin quedarse. Estas fotografías que trasfiguran, desenfocan y envuelven a la figura en la borrosidad son un caso más de este deslizamiento global.
El mundo a la vez presente y ausente que el espectáculo hace ver […] se muestra así tal como es, puesto que su movimiento equivale al distanciamiento de los hombres entre sí [1]. Dependientes de retrasos, anulaciones, escalas, itinerarios, pasadizos asépticos y habitaciones de una noche con toalla y cenicero para relaciones sin cristalizar, producimos un cosmos de destellos tristes y helados, como no, el lado más débil del desapego. Intervenciones imparciales, impermeables y aéreas, como las infraestructuras, nos reservan la posibilidad de coincidir sin decidir, libres sólo de rozar las alas plateadas durante alguno de los vuelos entre personas que probablemente no volverán a cruzarse.
El sujeto sin sombra, sin rastro, sin pensar el tiempo, anónimo y cualquiera, coexiste desvanescente con lo ajeno, incapaz de reconocerse más que en el otro, en su mismo ir y venir, de aquí para allá, como un fenómeno atmosférico e impersonal. ¿Quién podría conocer lugares nuevos sin reconocer el suyo en alguna parte?
De paso por los no lugares durante los no momentos, las aventuras se compran en agencias de viaje y los vuelos ya no se cogen con pasión porque no se deja atrás nada que no sea tan neutro como lo que espera. Hay tantos deseos en fuga que se pierde incluso el dolor de partir. El resumen es una tarjeta de embarque con nuestros datos, la identidad se reduce a un documento y volvemos al punto de partida intactos. Hay algo frío y desafectado, una inercia aceptada que exime de responsabilidad y paradójicamente, permite vivir en la distancia aunque estemos al lado.
[1] DEBORD, G. La sociedad del espectáculo.
Vanesa Díaz
El mundo a la vez presente y ausente que el espectáculo hace ver […] se muestra así tal como es, puesto que su movimiento equivale al distanciamiento de los hombres entre sí [1]. Dependientes de retrasos, anulaciones, escalas, itinerarios, pasadizos asépticos y habitaciones de una noche con toalla y cenicero para relaciones sin cristalizar, producimos un cosmos de destellos tristes y helados, como no, el lado más débil del desapego. Intervenciones imparciales, impermeables y aéreas, como las infraestructuras, nos reservan la posibilidad de coincidir sin decidir, libres sólo de rozar las alas plateadas durante alguno de los vuelos entre personas que probablemente no volverán a cruzarse.
El sujeto sin sombra, sin rastro, sin pensar el tiempo, anónimo y cualquiera, coexiste desvanescente con lo ajeno, incapaz de reconocerse más que en el otro, en su mismo ir y venir, de aquí para allá, como un fenómeno atmosférico e impersonal. ¿Quién podría conocer lugares nuevos sin reconocer el suyo en alguna parte?
De paso por los no lugares durante los no momentos, las aventuras se compran en agencias de viaje y los vuelos ya no se cogen con pasión porque no se deja atrás nada que no sea tan neutro como lo que espera. Hay tantos deseos en fuga que se pierde incluso el dolor de partir. El resumen es una tarjeta de embarque con nuestros datos, la identidad se reduce a un documento y volvemos al punto de partida intactos. Hay algo frío y desafectado, una inercia aceptada que exime de responsabilidad y paradójicamente, permite vivir en la distancia aunque estemos al lado.
[1] DEBORD, G. La sociedad del espectáculo.
Vanesa Díaz